¿Alguien tiene dudas sobre el uso electoral tan descarado que Trump está haciendo de la llamada «caravana migrante»?
Haciendo recordar al presidente Ronald Reagan cuando en 1986 decía en términos apocalípticos que «Nicaragua es una amenaza mortal para EU», resulta ahora que el señor Trump ha advertido a los estadounidenses que una victoria demócrata en las elecciones legislativas de medio mandato del martes «precipitaría la llegada del socialismo y de hordas de criminales provenientes de América Central».
«Impondrán el socialismo. Bienvenidos a Venezuela», dijo Trump en la noche del sábado durante un mitin de campaña realizado en Pensacola, Florida, en respaldo a los candidatos republicanos al Senado y a la gubernatura del Estado, Rick Scott y Ron DeSantis, respectivamente.
Los demócratas, dijo el señor Trump, «quieren borrar las fronteras» y dar más derechos «a los clandestinos que a los ciudadanos estadounidenses».
«El programa de inmigración de los demócratas es que vengan el tráfico de drogas, el tráfico de seres humanos y los cárteles criminales», había dicho antes en un mitin en Montana.
Nada nuevo bajo el sol, Trump le apostó a una vieja costumbre de manipulación de masas: el miedo. Su base electoral es masivamente blanca, dentro de ella, trabajadores que han visto disminuida su situación económica. Qué mejor que presentarles en sus palabras al «enemigo designado», al chivo expiatorio no blanco que viene desde Centroamérica, pasando por un México que no logra detenerle, para realizar una «invasión» del país.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los enemigos de Estados Unidos pasaron a ser difusos y expuestos como una amenaza incontrolable que dejaba a la población en un clima de terror y desconfianza, de tal suerte que ante la incógnita sobre «quién está con nosotros y quién contra nosotros», sólo una respuesta fue posible: dudar de todos.
Sin embargo ahora, Trump señala y apunta con el dedo, al grado de haber dicho que si sus soldados emplazados a la frontera con México, llegaran a recibir pedradas, sus militares «responderían como si se tratara de una agresión con armas de fuego».
No obstante el viernes pasado, Trump se retractó, al decir que los inmigrantes ilegales que tiren piedras contra los soldados serán arrestados, pero que las tropas no les dispararán de vuelta.
«No tendrán que disparar. Lo que no quiero es que esta gente tire piedras», comentó Trump a los periodistas fuera de la Casa Blanca. «Si nos hacen eso, van a ser arrestados durante un largo tiempo», agregó.
Lo cierto es que esta campaña militar de Trump y su despliegue de militares a la frontera con México, busca impactar en las elecciones intermedias del próximo 6 de noviembre. La llamada “caravana migrante”, le ha venido a Trump como anillo al dedo para inflamar su retórica, diciendo que se trata de una “invasión”, de “una amenaza para la seguridad nacional”, porque según Trump, sin presentar ninguna tipo de prueba, en la caravana “están inmiscuidos criminales y hasta gente desconocida del Medio Oriente”.
El señor Trump dista mucho de actuar como lo que no es: un estadista. Ni siquiera está actuando como “Comandante en Jefe” de las Fuerzas Armadas de su país, sino más bien, como agitador vil, inoculando en sus bases todo tipo de sentimientos contra una población no blanca demonizada y utilizada como chivo expiatorio.
Rubén Luengas/Entre Noticias