Por Dr. José Antonio Lara Peinado
De forma cada vez menos silenciosa y a la par de la virulenta pandemia, en México y en el mundo, camina una especie de pandemia emocional a la cual poco se le ha prestado atención, inmersos en la premura de lo biológico (Vacuna y tratamientos) se ha pasado de largo que el Covid-19 no solo altera el cuerpo, también produce alteraciones cerebrales y psíquicas, me interesan particularmente las segundas. En las últimas semanas el incremento en la atención a pacientes con fuertes cuadros de ansiedad, depresión y obsesión ha sido desde mi punto de vista alarmante, eso sin considerar los cuadros psicóticos detonados por la pandemia y sin saber aún cuáles serán las consecuencias emocionales de miles de médicos y enfermeras que al día de hoy en plena batalla, siguen conteniendo sus emociones de dolor, sin darse cuenta que al llegar el control de la pandemia (si es que se controla en un mediano plazo) esas emociones advendrán con tal fuerza que provocarán desequilibrios psíquicos que poco hemos estudiado, en tanto la situación apremiante que se vive es inédita.
La pandemia emocional es y será, tal vez aún más severa que la biológica, el viejo axioma de vivir muertos hoy cobra fuerza, el abuso de la medicación por ejemplo para contener los diversos desequilibrios emocionales hoy está más presente que nunca, narcotizar el síntoma deriva en seres humanos aletargados que cual Zombies se fugan de una realidad que en muchos casos es trágica y dolorosa. Cada día aparece más violencia no solo en las familias que llevan meses de confinamiento, hay una violencia social en las calles, en los centros de venta de productos esenciales, de tal cuenta que no es extraño ver a un sujeto agredir verbal o físicamente a un trabajador que amablemente le exige que use cubre bocas o se ponga gel, personas que en medio de su enojo y crisis cada vez más presente, destrozan tiendas, o simplemente buscan desquitar su frustración con quien sea o con lo que sea, orfandad, duelos no trabajados porque la pandemia no permite siquiera despedir a los muertos, acrecientan una pandemia emocional a la cual no se le presta desde mi punto de vista una atención seria y profesional.
Así como han aparecido medicamentos chatarra para engañar a una población ávida de la cura, también han aparecido charlatanes que creen que con una conferencia de autoayuda, un mensaje espiritual de sanación, o demás cosas silvestres se puede atender la enfermedad del alma que acompaña al Covid, el resultado de esto es el aumento sin control de los padecimientos emocionales de los seres humanos, que comprueban al paso de los días, que ni los imanes, los chakras, la inteligencia emocional, la asertividad, y toda la literatura de autoayuda, calman el dolor del alma, toda charlatanería se cae a pedazos ante una realidad por decir lo menos, abrumadora, entonces, hastiados del engaño sugestivo del que fueron objeto, aumentan dentro de sí, pulsiones de muerte y de odio que se manifiestan tanto en lo individual-cuerpo como en la sociedad.
Hay pues una pandemia emocional no atendida, no discutida, ni siquiera trabajada y sin embargo cada vez más presente, es necesario atenderla, estudiar las manifestaciones de la misma, explorar tratamientos que vayan más allá de lo meramente medicamentoso, prevenir brotes. Ya en otro artículo expondré los procesos y trabajo incipiente aún pero significativo en torno a la atención de esta pandemia psíquica, el propósito de este primer texto es exponer una problemática presente, pero al mismo tiempo ausente de las discusiones en torno al coronavirus, sin embargo, toda ausencia enunciada, es un homenaje a la presencia y lo que está pasando en lo emocional es urgente atenderlo ya.
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