“Probablemente, Musk compró Twitter por la misma razón por la que los multimillonarios a lo largo de la historia se han convertido en magnates de la prensa: para tratar de controlar la conversación”.
Además del despido de Agrawal, Musk ha decidido prescindir del director financiero Ned Segal y al jefe de asuntos legales y política Vijaya Gadde, según personas familiarizadas con la operación. Musk les había acusado de haberle engañado a él y a los accionistas de Twitter sobre el número de cuentas falsas en la plataforma.
Agrawal y Segal estaban en la sede de Twitter en San Francisco cuando se cerró el acuerdo y fueron escoltados a la salida, añadieron las fuentes. Hasta el momento Twitter, Musk y los ejecutivos despedidos no han hecho comentario alguno al respecto. Musk solo ha colgado en su cuenta de la red social un comentario alusivo al cambio de gestión. «The bird is freed» (El pajaro está libre). Aparentemente confirmando así su deseo de que la empresa tenga menos límites en los contenidos que se pueden publicar.
Sin embargo, el escritor y periodista Hamilton Nolan escribió en The Guardian:
Una buena señal de lo contrario, opinan otros analistas, sería que Musk hiciera públicos los documentos internos para mostrar cuánto presionó el gobierno estadounidense a Twitter para censurar o limitar la difusión de contenidos en la red social del pájaro azul.
Lo que parece claro hasta ahora, es que Musk no planea eliminar la publicidad de Twitter, tal y como algunos temían. El multimillonario tuiteó recientemente para calmar los ánimos de los anunciantes, dejando claro que no tenía intención de desmantelar la política de moderación de la red social. «Obviamente, Twitter no puede ser un lugar infernal abierto a todos, donde se pueda decir cualquier cosas sin consecuencias», señaló. En ausencia de moderación, la plataforma correría el riesgo de ahuyentar a los anunciantes, que proporcionan alrededor del 90% de los ingresos de Twitter.
En un plan presentado a los inversores, y que fue adelantado por The New York Times en mayo pasado, el CEO de Tesla y SpaceX se comprometió a multiplicar por cinco los ingresos de la plataforma para 2028. Planeaba reducir la dependencia de Twitter a la publicidad, convenciendo a los usuarios de pagar una suscripción. Su meta era alcanzar los 1.000 millones de usuarios a finales de la década desde los 217 millones que tenía la red social a finales de 2021.
En un mensaje a los anunciantes publicado el día del cierre de la venta, Musk escribió que «la razón por la que adquirí Twitter es porque es importante para el futuro de la civilización tener una plaza pública digital común, donde se pueda debatir una amplia gama de creencias de manera saludable». Sin embargo, señala Hamilton Nolan:
Durante los años de pandemia, quedó y sigue siendo claro, que las redes sociales en general, ante la fuga de audiencia de los medios tradicionales, principalmente de la televisión, no lograron revertir la fabricación de seres humanos robotizados, acríticos, pasivos, dominados por el miedo y sin inquietudes culturales alejadas de la sociedad masiva del espectáculo. Al contrario, hemos sido testigos de la construcción de un pensamiento único falsamente basado en la «ciencia», construido más bien sobre la inoculación global del miedo como el arma más potente en una guerra psicológica sobre los seres humanos, logrando que, con todo y Twitter, la mayoría de las personas se quedaran atenazadas por la imposición de un relato dispuesto a abortar con mecanismos de censura brutal, cualquier insinuación de disidencia.
No creemos que la compra de Twitter por parte de Elon Musk, vaya a contribuir, ya no a desmontar, sino a influir siquiera a advertir masivamente sobre nuestra época posmoderna marcada gravemente por la desustancialización caracterizada por lo que Gilles Lipovetsky ha denominado como «La era del vacío».
Estamos, penosamente, ante la confusión intencional de una falsa idea de libertad, con la permisividad de trasfondo nihilista en el que las persona hedonista, relativista y consumista compulsiva, termina siendo una persona «sin referentes, sin puntos de apoyo, envilecida, rebajada, codificada, que en lugar de ser brújula, es veleta», tal como la describe el doctor español y catedrático en psiquiatría, Enrique Rojas, en su libro, «El hombre light».
La ambición de Musk no parece tener límites. A sus 51 años es la persona más rica del mundo, aunque afirma no tener apego al dinero. Su patrimonio, según la revista Forbes, está cifrado en más de 263.000 millones de dólares por encima del otro magnate mundial, Jeff Bezos. Según el portal digital The Objective, Musk es una figura inquietante para el mundo de hoy: «Cuando se aburra de sus negocios quizá aspire a desembarcar en la política con mayúsculas».
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