Dar a Maduro lo que es de Maduro y a Capriles lo que es de Capriles

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Si analizamos bien el panorama, podremos ver con claridad que estamos ante un caso clásico de memoria y postura selectivas, como lo demuestra el caso expuesto arriba de las elecciones mexicanas del 2006, pero no es el único.

Por Rubén Luengas

El presidente de Estados Unidos, George Bush, se comunicó en el 2006 por teléfono con el presidente electo de México, Felipe Calderón, para felicitarlo por haber sido declarado ganador en las elecciones del 2 de julio de ese año con unos 236,000 votos más que el segundo lugar, Andrés Manuel López Obrador, quien se negó a reconocer los resultados y a aceptar a Calderón como presidente legítimo.

En Venezuela, Nicolás Maduro ha sido declarado ganador con 272.865 votos más que Henrique Capriles, quien se niega a reconocer los resultados y califica de ilegítimo a Maduro, pero la postura de la Casa Blanca en este caso es muy diferente a la que tuvo hace 7 años ante el caso mexicano. El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, dijo que «debe haber un recuento» de votos en Venezuela y advirtió que su país hará «preguntas serias» si se determina que hubo «enormes irregularidades» en las elecciones del 15 de abril.

La Organización de Estados Americanos por su parte, ha dicho que respeta la decisión de las autoridades electorales, mientras el presidente de Ecuador, Rafael Correa, declara que «no hay razones para dudar del triunfo de Maduro» y el boliviano Evo Morales, habla incluso de que Estados Unidos «prepara un golpe de estado en Venezuela y rechaza la petición de que se vuelvan a contar los votos.

Si analizamos bien el panorama, podremos ver con claridad que estamos ante un caso clásico de memoria y postura selectivas, como lo demuestra el caso expuesto arriba de las elecciones mexicanas del 2006, pero no es el único.

En Chile, Sebastián Piñera le ganó a Eduardo Frei por una diferencia de 222.993 votos; 11.942 votos menos que la diferencia con la que Nicolás Maduro derrotó a Capriles.

La diferencia es que Calderón en México y Piñera en Chile, eran los candidatos convenientes de la derecha, dentro y fuera de sus países, a los intereses de lo que se nos ha querido presentar como el único mundo posible: «neoliberalismo, globalización, competitividad, desregulación económica etc. Conceptos todos estos que son parte de la «gramática» al servicio de una «religión» que le rinde tributo al «dios todo poderoso» llamado mercado, al mismo que defendiera hasta la muerte una de sus máximas sacerdotisas, Margaret Thatcher, contra quien, por cierto, protestaron durante su sepelio en Londres, ex mineros de Durham y Yorkshire lamentando no su muerte, sino «su nacimiento».

De gira por Méxio, el canciller de la Argentina Héctor Timerman también se pronunció en sentido contrario a lo dicho por Estados Unidos sobre la elección venezolana: «Dudar del triunfo del candidato de la Revolución Bolivariana en la elección presidencial del domingo pasado es un acto de total y absoluta irresponsabilidad que podría impulsar en ese país acciones desestabilizadoras». Timerman Informó que la presidenta Cristina Fernández pidió a Estados Unidos que «reconozca al gobierno de Venezuela luego de elecciones transparentes y libres».

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