Una de las cosas más increíbles de vivir en la Ciudad de México

"Ahí me di cuenta de que los vaivenes y bamboleos, no eran producto de la habilidad nublada por un alcohol pendenciero, que diría Borges. Era el peso de aquel monumento a la sandía. De ese ovoide gigantesco que trastornaba la noche. Porque yo no era yo, era Bretón"

Apoya al proyecto en: Banco ScotiabankCLABE: 044180256002381321Código Swift para transferencias desde el extranjero: MBCOMXMM

7018491948869337

«Lo único que era real y verdad, era la sandía».

por Jaime Casillas-Ugarte

Una de las cosas más increíbles de vivir en la Ciudad de México, es que sigue viva esa subversión surrealista que maravilló en su momento, al mismo padre del surrealismo. Mientras él se esforzaba por conseguir ese sublime arte, en nuestra ciudad brincaba hasta visitando a los carpinteros. El otro día regresaba del cine. Era de noche, las once o un poco más tarde. Por las calles de Coyoacán, unos metros delante de mi coche, advertí a un ciclista. Un hombre rechoncho, con un sombrero de «pachuco», con todo y una larga pluma de ave. La bicicleta era pequeña, como de niño, pero adornada con múltiples colgajos. Me llamó la atención que de los diablos traseros, unos tubos de metal gruesos e industriales, colgaban una especie de loderas negras como de camión de redilas. Ostentaban en el centro unas placas cromadas que yo interpreté como distintivos de motociclista rudo, de ángel del Infierno. El hombre manejaba lento, casi majestuoso, con los vaivenes típicos de quien va pasado de copas. Pero lo que me pareció más increíble, fue lo que llevaba en la parrilla trasera de la bicicleta. Amarrada con esos ganchos de tela elástica, iba la sandía más grande que haya visto yo en mi vida. También la más verde. Ahí me di cuenta de que los vaivenes y bamboleos, no eran producto de la habilidad nublada por un alcohol pendenciero, que diría Borges. Era el peso de aquel monumento a la sandía. De ese ovoide gigantesco que trastornaba la noche. Porque yo no era yo, era Bretón. El hombre no era un pachuco, era una pluma. La bici no era una moto ni un camión de redilas. Y era muy probable que ya ni siquiera estuviera en Coyoacán, y que ese no fuera el Río Churubusco sino el delta del Mississippi. Lo único que era real y verdad, era la sandía.

Publicado en la página de Facebook de Jaime Casillas-Ugarte

1216x820x2 (1)

¿Tienes alguna opinión?. Escríbela a continuación, siempre estamos atentos a tus comentarios.

Apoya al proyecto en: Banco ScotiabankCLABE: 044180256002381321Código Swift para transferencias desde el extranjero: MBCOMXMM

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here