«En los días posteriores hablé con mis colegas de todo el hemisferio, entre ellos la secretaria [Patricia] Espinosa [en] México. Elaboramos un plan para restaurar el orden en Honduras y garantizar que unas elecciones libres y justas [pudieran] llevarse a cabo de forma rápida y legítima, lo cual convertiría el asunto de Zelaya en algo irrelevante».
¿Restaurar el orden y garantizar elecciones libres y justas? ¿No fueron libres ni justas las elecciones que llevaron a la presidencia de Honduras a Manuel Zelaya, candidata Clinton?
La mañana del 28 de junio de 2009, el presidente Zelaya fue despertado con un fusil apuntándole a la cara. Y así, en pijama y sin zapatos, sólo en calcetines, un comando de las Fuerzas Armadas lo sacó de la cama antes del amanecer, para conducirlo a una base aérea situada al sur de Tegucigalpa y luego ser trasladado en un avión militar a San José de Costa Rica. Una vez en la llamada «Suiza de América», flanqueado por el presidente costarricense, Óscar Arias, Manuel Zelaya alcanzó a decir:
La Casa Presidencial había sido tomada por cientos de soldados y todos los puntos estratégicos de la ciudad estaban bajo control militar. Las emisoras de radio y de televisión dejaron de funcionar y la electricidad había sido cortada. Todo, como de costumbre, en el nombre de la democracia.
La coordinadora de una organización opositora al gobierno constitucional de Zelaya, Martha Diaz del Grupo Paz y Democracia, que recibe financiamiento del gobierno estadounidense a través de la USAID, declaró via CNN en Español que la “sociedad civil” consideraba que no hubo un golpe de estado en Honduras hoy, sino “una transición a la democracia”. Diaz dijo que la “sociedad civil” no apoyaba al Presidente Zelaya y estaba en contra de su esfuerzo de realizar una encuesta popular sobre una futura asamblea constituyente, que iba a tomar lugar durante ese día. Se trataba de un sondeo consultivo y no de una votación vinculante, como tanto se insistió con inundación de contenidos tóxicos en los medios hondureños y también en los internacionales que, incluso en muchos casos, se negaban a llamar a lo acontecido por su nombre: Golpe de Estado en Honduras.
A partir del golpe, Honduras se convirtió en uno de los lugares más violentos del mundo, generando condiciones que propiciaron la emigración de niños sobre los que Clinton dijo a Christiane Amanpour de CNN en 2014: «Puede ser más seguro» (para los niños permanecer en EE.UU.), pero, «deben ser enviados de regreso».
Según el profesor de la American University, Adrienne Pine, autor de; “Working Hard, Drinking Hard: On Violence and Survival in Honduras», dijo a Dennis Bernstein de KPFA radio in 2014:
Hay que recordar que el Acta de Asistencia al Extranjero de 1961 (Foreign Assistance Act of 1961), prohibe que Estados Unidos otorgue ayuda a un país cuyo gobierno elegido democráticamente sea depuesto por golpe o decreto militar.
En el marco de la brutal violencia desatada en Honduras tras el golpe apoyado por el gobierno de Barack Obama, por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, por el «establishment» bipartidista estadounidense y por sus medios de comunicación, durante los primeros días de marzo de 2016 fue asesinada en su casa la activista ambiental indígena Berta Cáceres. Hace dos años, Cáceres había denunciado la actuación de Clinton en apoyo del golpe en su país.
«Estamos saliendo de un golpe de Estado que no podemos dejar atrás. No podemos revertirlo», dijo Cáceres. «Es algo que siguió pasando. Y después, tuvimos la cuestión de las elecciones. La propia Hillary Clinton, en su libro «Decisiones difíciles», prácticamente describió lo que iba a suceder en Honduras. Esto demuestra la intromisión de los norteamericanos en nuestro país. El regreso del presidente Manuel Zelaya se convirtió en una cuestión secundaria. Hubo nuevas elecciones en Honduras. Y ella [Clinton] reconoció que no le permitieron a Mel Zelaya regresar a la presidencia».
Video del programa Democracy Now
Rubén Luengas/Entre Noticias