¿Fue Trump elegido para una nueva ‘misión divina’ contra México?

Las descabelladas promesas que Trump está cumpliendo ahora como presidente, reviven a su estilo la doctrina del "Destino Manifiesto", misma que utilizara el presidente James K. Polk como excusa para la invasión de Estados Unidos a México entre 1846 y 1848 con las conocidas consecuencias de una enorme pérdida de su territorio.

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¿Puede llevar Trump a México a su segunda independencia como ha dicho el historiador Lorenzo Meyer?. (Foto: Reverendo Theodore Parker.)

Justo cuando Estados Unidos veía a México como un territorio de oportunidad para expandir su poder en 1846, año crucial para uno de los episodios más trágicos de la historia del México “independiente”, conocido como la “Intervención Estadounidense en México”, el reverendo Theodore Parker, quien combinó una elocuente crítica de la guerra contra México con su desprecio hacia los mexicanos, arribando a la conclusión de sus vecinos del sur merecían el mismo desenlace que tuvieron quienes habitaban lo que hoy es Estados Unidos antes de la colonización de los ingleses.

 

“Los mexicanos son un pueblo miserable; miserable en su origen, historia y carácter, quienes deben eventualmente hacerse a un lado como hicieron los indios … Estados Unidos debe expandirse no por la guerra, sino por el poder de sus ideas, por el avance firme de una raza superior, con ideas superiores y una mejor civilización. Por ser mejor que México, más sabio, más humano, más libre y viril”.

 

Otra referencia ruin de la época hacia los mexicanos es la del explorador, abogado y viajero Thomas Jefferson Farnham.

“Los mexicanos son una raza de hombres pusilánimes y no es apta para controlar los destinos de ese hermoso país”.

 

Una más para la antología de declaraciones ultrajantes emitidas en Estados Unidos sobre los mexicanos, el editorial del Richmond Times en 1846.

“¿Estamos preparados para poner en igualdad social y política con nosotros, a la mitad de las especies y razas mestizas de México? La idea es repugnante”.

 
Podrían llenarse muchas páginas con citas similares que revelan la peligrosa y mitológica idea del llamado “excepcionalismo norteamericano”. Una más reciente, la del candidato republicano a la presidencia y de religión mormona en 2012, Mitt Romney.

“Dios creó a los Estados Unidos para que dirija al mundo”.

 
Donald Trump, claro exponente del antiintelectualismo cuya principal característica es un furibundo desprecio por la inteligencia, debe ignorar que entre 1846 – 1848
los norteamericanos les arrebataron a México, en una guerra injusta, infame, cruel e inhumana más de la mitad de su territorio: California, Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada, Colorado, y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. Pero antes, ya le habían arrebatado a Texas (1840). Esta guerra, que muchos norteamericanos con conciencia critican todavía, finalizó como es sabido, con el Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848. México perdía así 2 millones 100 mil kilómetros cuadrados de su territorio de entonces (el 55%).

Si Trump no es ajeno a la realidad de como verdaderamente ocurrieron esos hechos de la historia, es evidente que le importa un cacahuate, pues montado sobre su agenda delirante aún siendo aspirante a la presidencia, no tuvo la menor vergüenza en arrojar dardos cargados de veneno puro para manufacturar una masa propagandista de emociones colectivas contra los actuales mexicanos, actualizando así a su estilo la vieja doctrina del «Destino Manifiesto» y su necesaria y conveniente designación de un enemigo.

«México manda a su gente, pero no manda lo mejor. Está enviando a gente con un montón de problemas (…). Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores. Asumo que hay algunos que son buenos».

 
Ya como presidente, Trump ha descargado la tinta de sus bolígrafos para firmar acciones ejecutivas contra quienes han sido designados para desempeñar el papel de «chivos expiatorios».

El escritor estadounidense Morris Berman, describe en su libro “Cuestión de Valores” la evolución de la noción histórica que los norteamericanos tienen de ser “pueblo elegido”, remontándose a quien sería futuro gobernador de la Colonia de Massachusetts Bay, John Winthrop, cuando viajaba de Inglaterra hacia América en el Arabella, en 1630.

«Nos daremos cuenta de que el Dios de Israel está entre nosotros … Nos llenará de alabanza y de gloria …Pues hemos de considerar que seremos como una Ciudad en una Colina. Todos los ojos estarán puestos en nosotros”.

 
Explica Berman que “los puritanos tomaron a los judíos del Viejo Testamento como su modelo, en donde el éxodo de Egipto y la invasión de Canaan fueron vistos como el paradigma para el establecimiento de las colonias. La noción de que la historia de Estados Unidos es la principal manifestación de la voluntad de Dios en la tierra, conserva un gran arraigo en la psique norteamericana”.

En agosto de 2005 el historiador Howard Zinn, durante la administración de George W. Bush, advertía con apremio sobre los peligros de adjudicarse la idea de haber sido elegidos por Dios para la realización de una «misión divina’.

Una orden divina es una idea muy peligrosa, más si se combina con potencia militar (Estados Unidos tiene 10 mil armas nucleares, bases militares en cientos de países y naves de guerra en todos los mares). Con la aprobación de Dios, no hay necesidad de criterios humanos de moralidad. Cualquiera que hoy invoque el respaldo de Dios se avergonzaría de recordar que las tropas de asalto nazis tenían escrito en sus cinturones “Gott mit uns” (“Dios está con nosotros”).

 
Las descabelladas promesas que Trump está cumpliendo ahora como presidente, reviven a su estilo la doctrina del «Destino Manifiesto», misma que utilizara el presidente James K. Polk como excusa para la invasión de Estados Unidos a México entre 1846 y 1848 con las consecuencias ya antes mencionadas.

¿En qué terminará todo esta obsesión de Trump con México simbolizada hasta ahora por la construcción de la extensión de un muro en la frontera?

Una de las respuestas más interesantes a esa pregunta es la que dio hace unos días el historiador Lorenzo Meyer al portal sinembargo

Habrá sacrificios, pero Trump puede llevar a México hacia su “segunda Independencia”.

 
Rubén Luengas/Entre Noticias

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