Segunda parte de la serie de artículos dedicada a ‘El dinero del wahabismo de Arabia Saudí y Qatar en España: La Marea
“Bélgica ha dado las llaves del Islam a Arabia Saudí por la gran mezquita. Le ha dejado financiar el salafismo. He dicho que el salafismo no es un problema en sí mismo si no fuera porque no hace nada para minar el terreno a los grupos radicales”. Son palabras de Corinne Torrekens, profesora de la Universidad Libre de Bruselas, explicando una pauta en Bélgica que se da en todos los países que tienen al país saudí como socio prioritario de negocio. Una opinión compartida por multitud de analistas y expertos, como el general Jonathan Shaw, ex jefe de Estado Mayor de Defensa de Gran Bretaña, que aseguró que Arabia Saudí y Qatar habían activado “una bomba de relojería mediante la financiación de la propagación mundial del islam radical”.
La postura habitual de los gobiernos occidentales consiste en mirar para otro lado y priorizar los intereses económicos en lugar de afrontar la preponderante contribución de los países wahabitas como Arabia Saudí y Qatar a la difusión del discurso de odio salafista y su importancia en la legitimización de la violencia como método para imponer su visión rigorista del Islam. España es uno de los países donde la integración del discurso fundamentalista wahabí ha calado con más fuerza en los centros de culto financiados por la dictadura saudí.
El grupo terrorista ISIS o Daesh preocupó durante mucho tiempo a la opinión pública por su expansión y por haber conseguido crear su propio Estado. Pero para observar cómo se establece un Estado islámico represivo que aplica la sharia con crueldad y maneja un ejército, basta poner los ojos en Arabia Saudí. El escritor argelino Kamel Daoud llama al país de los sátrapas Saud “White Daesh” [ISIS Blanco], y alerta de la capacidad que tiene para imponer su visión radical del Islam en multitud de países con sus canales de televisión, periódicos, industria editorial y clérigos entrenados y adoctrinados en el conocido como Fatwa Valley. “Daesh tiene una madre: la invasión de Iraq. Pero también tiene un padre: Arabia Saudí y su complejo industrial religioso”, concluye el autor de The Mersault Investigation en su artículo en The New York Times.
Un ejemplo que muestra de manera gráfica esta relación directa fue expuesto recientemente en el Congreso de los Estados Unidos por el republicano Ted Poe, quien denunció el pasado julio el uso de libros de textos saudíes por parte de ISIS en el año 2015, cuando aún no tenían capacidad para editar los suyos propios. La denuncia del congresista ya fue expuesta en 2014 en un artículo de The New York Times escrito por David Kirkpatrick y ampliamente tratado en el trabajo documental de James Jones Saudi Arabia Undercovered.
El principal objetivo es el negocio. Pero los países occidentales necesitan una coartada para defender ante la opinión pública sus relaciones comerciales, empresariales y políticas con la dictadura de los Saud. Por ello, su petromonarquía se esmera en proyectar la idea de que está luchando contra el terrorismo de un modo sincero y efectivo e incluso realiza visitas para periodistas a la cárcel de máxima seguridad de Al-Ha’ir en la que se encuentran internos multitud de terroristas.
A pesar de su influencia en la propagación del terrorismo global, Arabia Saudí se ha convertido de forma paradójica en un objetivo de la ponzoña que promueve, ya que los terroristas de raíz salafista desearían que el Estado que alberga La Meca fuese aún más riguroso en lo que concierne a sus postulados religiosos. En este sentido, han incluido a este país y a algunos de sus miembros entre los objetivos de sus acciones. Aun así, lo cierto es que la mayoría de los ataques terroristas se dirige contra población chií. [1][2]
La excusa de la lucha antiterrorista de Arabia Saudí sirve a Occidente para ocultar que acepta el discurso de odio que propaga mediante la financiación de mezquitas, la compra y envío de material coránico, el suministro de imanes a todos los lugares del planeta y la colaboración con organizaciones terroristas en Siria.
La Casa Real española siempre se ha mostrado solícita y cooperante a la hora de facilitar cauces de diálogo que culminan en suntuosos acuerdos comerciales con el régimen saudí. El rey Juan Carlos, íntimo amigo del ya fallecido rey Abdullah, colaboró en la campaña de comunicación que el sátrapa organizó en Madrid en el año 2008 para mejorar la imagen de la familia Saud, que había quedado muy deteriorada tras los atentados del 11 de septiembre.
Ese año, el monarca español inauguró junto a Abdullah de Arabia la Conferencia internacional para el diálogo interreligioso que fue organizada por la Liga Islámica Mundial, la organización wahabí con sede en La Meca que gestiona la Mezquita de la M-30. La conferencia auspiciada por Arabia Saudí buscaba fomentar el diálogo entre religiones. Sin embargo, en su territorio prohíbe cualquier otra práctica religiosa distinta al Islam.
Apoyo a las empresas españolas que invierten en Arabia Saudí
El ICEX es según su propia definición “una entidad pública empresarial de ámbito nacional que tiene como misión promover la internacionalización de las empresas españolas”. Dependiente del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, tiene como misión facilitar y dar recomendaciones a las compañías españolas que quieren invertir en el extranjero. En el caso saudí, ofrece información relativa a la legislación laboral y a las oportunidades de negocio en la región.
“Si no lo hace uno, lo van a hacer otros”, respondió el ministro de Economía, Luis De Guindos, al ser preguntado sobre los acuerdos comerciales de España con Arabia Saudí. De ese modo, se mostraba sincero al mostrar la importancia que el Gobierno de España otorga a los derechos humanos en cuestiones de negocios.
“El Código laboral no reconoce a los trabajadores en Arabia Saudí el derecho a la negociación colectiva o al derecho a la huelga. Tampoco se permite formar sindicatos o a manifestarse públicamente. Esto se aplica estrictamente por las autoridades”. Es una frase literal de la guía publicada por el Gobierno español a través del ICEX y que muestra las ventajas que los empresarios pueden encontrar al invertir en el país gobernado por mano de hierro por la dinastía saudí.
Las recomendaciones y consejos alcanzan casi todos los ámbitos, incluida la vestimenta que tienen que llevar las mujeres que trabajen en el país: “Las trabajadoras deberán llevar ropa islámica o uniforme del empleador que será conservador, que cubra y que no sea transparente [sic]”. Es sólo una descripción somera que refleja cómo las empresas que quieran trabajar en Arabia Saudí deberán faltar el respeto a los derechos de las mujeres. Esta condición no es la única ni la más llamativa regla islámica que las compañías cumplen para hacer negocios con la dictadura saudí. Los servicios financieros y la banca a la que tienen que acudir también siguen los rigurosos preceptos wahabís.
Aceptar la sharia para hacer negocios
Alinma Bank es una de las principales entidades financieras de Arabia Saudí. Todos los servicios de esta institución y sus productos están sujetos a la sharia (ley islámica). Para ello existen varias autoridades, como The Capital Market Authority (CMA) y el Ministerio de Comercio e Industria y el clero (los ulemas), que juegan un papel ocasional pero determinante en la banca ya que están llamados a pronunciarse sobre si ciertos instrumentos contravienen la ley islámica y así prohibirlos.
Las empresas españolas establecidas en Arabia Saudí son muchas y de diferentes sectores. Es bastante conocido el emporio empresarial dedicado a las grandes construcciones e infraestructuras como la UTE encargada de la construcción del AVE de Medina a La Meca o del metro de Riad. Las empresas más importantes que operan en Arabia Saudí son ACS, Dragados, Repsol, Amadeus o Indra, pero hay muchas otras compañías que operan en el país árabe de forma habitual mucho más desconocidas.
El grupo de Inditex de Amancio Ortega opera en Arabia Saudí a través de acuerdos con Al Hokair, la empresa más importante de moda en este país. Propiedad de Fawaz Abdulaziz Alhokair, se encarga de gestionar el grupo Zara en el país wahabita mediante 34 tiendas, a las que hay que añadir 60 de otras marcas que también pertenecen al emporio gallego.
Técnicas Reunidas Gulf es la empresa con la que opera en Arabia Saudí la corporación española homónima, propiedad de la ilustre familia catalana Lladó. El actual presidente, José Lladó Fernández, fue ministro de Comercio y Transportes con Leopoldo Calvo Sotelo, e hijo de Juan Lladó Sánchez, quien presidió el Banco Urquijo. El presidente de Técnicas Reunidas es patrono de la Fundación Princesa de Asturias, miembro del círculo de empresarios cercano a la Casa Real y asiduo a muchos de los viajes comerciales que la monarquía española encabeza.
Técnicas Reunidas ha obtenido concesiones importantes en el país árabe, como la construcción de la planta de gas de Fadhili. Los negocios en la región generan importantes beneficios. Muy distinta es la valoración de las condiciones laborales de la mano de obra, ya sea local, foránea o española. Empleados españoles contratados como tuberos para obras en Arabia Saudí ya denunciaban en 2014 el régimen de semiesclavitud en el que trabajaban para la compañía de los Lladó.
La nula importancia que los empresarios que hacen negocios en Arabia Saudí dan a la situación política interna de la dictadura contrasta con la postura que esos mismos hombres y mujeres de negocios mantienen en ocasiones ante la política interna española. Un buen ejemplo es Alberto Palatchi, fundador de Pronovias y propietario mayoritario de la empresa hasta hace unos días.
Paltachi es amigo íntimo de Jorge Moragas -director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de España- y un hombre cercano al PP. Su hijo Alberto Palatchi Gallardo fue nombrado por Xavier García Albiol coordinador de Política de Innovación, Tecnología y Empresa en la ejecutiva del PP de Cataluña. Pronovias mantiene negocios importantes en la dictadura de los Saud gracias a su alianza con Al Daha Group, el socio local, que también mantiene acuerdos con Mango.
No se conocen declaraciones de Palatchi ni comunicación alguna de su empresa sobre la situación política del país saudí en el que hacen negocios. Sin embargo, con motivo del proceso independentista catalán, el empresario ha declarado en varias ocasiones de su intención de abandonar Cataluña si el independentismo logra sus propósitos. En un comunicado interno antes de las elecciones autonómicas de 2015, advirtió a sus empleados de la posibilidad de abandonar la región si vencía la opción soberanista.
La doble vara de medir con respecto a la dictadura saudí se puede ejemplificar con una anécdota reveladora de un personaje público que ejerce feroces críticas ante el fundamentalismo islámico y que se postula como defensora de los valores democráticos. La eminente comunicadora Pilar Rahola se muestra muy beligerante con la financiación de mezquitas financiadas por Arabia Saudí en España. Sin embargo, ello no le impide ser vocal del patronato de la Fundación Rosa Oriol, promovida por la familia Tous. La empresa de joyas propiedad de Alba Tous, amiga íntima de Rahola, es la matriz de Tamkeen, una compañía afincada en Jeddah, una de las principales poblaciones comerciales de Arabia Saudí.
“Arabia Saudí es la metáfora de nuestra miserable debilidad: necesitamos su veneno para garantizar nuestro modelo de sociedad, sabiendo que ese veneno es el que intenta destruirnos. Es una tiranía feroz que promociona ideas totalitarias. Pero es una tiranía poderosamente rica, y cuando ese adverbio y ese adjetivo rematan la frase, el sustantivo ya no importa”, decía Pilar Rahola en un artículo en La Vanguardia el pasado siete de julio. Irrebatible.