El Pentágono omitió informar al FBI sobre el estado mental del autor de la masacre en Texas

Devin Kelley escapó de una clínica mental de Nuevo México en 2012, meses después de haber agredido a su prima, a su esposa y a su hijo.

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Durante sus primeros 100 días de gobierno, Trump firmó de hecho una ley que le permite a los enfermos mentales comprar armas de fuego.

El profundo dolor sufrido sin testigos, junto al dolor hecho público captado por las cámaras, pudo haberse evitado en la pequeña localidad de Sutherland Springs en Texas, si la condena por violencia de género que Devin Kelley tuvo que cumplir en 2012 tras ser expulsado de las Fuera Aérea estadounidense, hubiera sido registrada en la base de datos de la Buró Federal de Investigaciones (FBI). Gracias a esa gravísima omisión por parte del Pentágono, Kelley pudo comprar armas y matar a 26 personas con un rifle de estilo militar tras irrumpir en una iglesia rural de la pequeña localidad tejana.

Kelly había sido condenado en un consejo de guerra y encarcelado por violencia doméstica contra su mujer e hijo y acusado de maltrato animal. El autor de la matanza, que poseía un rifle y dos pistolas, pese a no tener permiso de armas, amenazó a su suegra, feligresa habitual de la igelsia baptista, con mensajes de texto antes de perpetrar el ataque contra los asistentes al templo en su servicio dominical. Se trataba de una disputa familiar, apuntaron las autoridades tras descartar el móvil racial, religioso o terrorista.

El secretario de Defensa, Jim Mattis ordenó al inspector general del Pentágono revisar las circunstancias del caso Kelley y “definir cuál fue el problema”. En esencia se sabe que el problema consiste en que las organizaciones de investigación criminal militar, con demasiada frecuencia y durante demasiado tiempo, no cumplen con las reglas para informar sobre los historiales criminales de miembros de las fuerzas armadas al FBI.

Al no haber quedado registrados sus antecedentes, Kelley pudo comprar libremente las cuatro armas que poseía, entre ellas el rifle semiautomático Ruger AR-556 que empleó para llevar a cabo la matanza.

Enfermedad mental y acceso a las armas

Kelley escapó de una clínica mental del estado de Nuevo México en 2012, meses después de maltratar a su primera esposa y a su hijo, según un informe policial del Departamento de Policía de El Paso, Texas, al que tuvo acceso la cadena de televisión KPRC de Houston y que fue confirmado por la portavoz de la Fuerza Aérea. Las causas de su internamiento no fueron dadas a conocer. Ante ese escenario de renglones torcidos de la mente, hay que tener presente, más allá de la mencionada omisión por parte del Pentágono, que entre las controvertidas leyes que firmó Trump durante sus primeros 100 días de gobierno está precisamente una que le permite a los enfermos mentales comprar armas de fuego.

La ley había sido firma por el presidente Obama, luego que un jóven con problemas mentales utilizó un arma de asalto que compró “legalmente” para matar a 20 niños y seis empleados de la escuela Sandy Hook en Connecticut en diciembre de 2012. Pero volviendo a Kelley, tras escapar del hospital de Peak Behavioral Health Services en Santa Teresa, Nuevo México, fue detenido sin incidentes por la policía en una estación de autobuses. Los agentes fueron informados de que Kelley “era un peligro para él y para otros porque ya había sido capturado escondiendo armas de fuego” en la Base Aérea Holloman, indica el informe, y agregó que “intentaba amenazar de muerte a su cadena de mando militar”.

Testimonio de Roxana Solís

Roxana Solís y Joaquín Ramírez fueron dos de los pocos más de veinte supervivientes del tiroteo masivo. La pareja se encontraba en uno de los primeros pasillos de la iglesia cuando Kelley entró y empezó a disparar de manera indiscriminada a todos los presentes que trataron de buscar refugio debajo de los bancas.

El primer objetivo de Kelley fueron los adolescentes que grababan el oficio religioso como cada domingo y posteriormente disparó a los músicos, según el relato de Solís, que recibió un disparo en el hombro durante los 16 minutos de tiroteo.

“Después de sentir el disparo me hice la muerta, traté de ser lo más silenciosa posible para que el tirador creyera que yo había fallecido también”, recordó la mujer hispana. ”Parecía una lluvia de balas”, añadió, que junto a su pareja fue capaz de escapar tras gatear hasta la puerta y salir cuando el atacante estaba de espaldas.

 
Trump, de gira por Asia, calificó lo ocurrido como «espantoso tiroteo» y «acto de maldad», pero volvió a descartar que el acceso a las armas sea el causante. Lo mismo dijo tras la masacre ocurrida en Las Vegas.

«Tenemos un montón de problemas de salud mental en nuestro país, pero no es una situación imputable a las armas», declaró en Tokio.

Cualquier persona con un mínimo de inteligencia, entiende que las armas no se disparan solas, sino por quienes las usan. Así como no todos son aptos para manejar un auto, no todos son aptos para tener armas en un país donde cada año mueren cerca de 34.000 personas por las armas de fuego, una media de 93 por día, según datos de Campaign Brady, una organización activista a favor de mayor regulación para el acceso y uso de las armas.

Entre Noticias/Agencias

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