Sí, indispensable la crítica, pero no selectiva contra el «enemigo designado» del poder | Por Rubén Luengas

"Ante la percepción de un posible triunfo de López Obrador, derivada de las encuestas, del evidente desplome del candidato del PRI, de las acusaciones de supuesta corrupción contra el candidato del PAN en coalición con el PRD, [...] pareciera que lo que hay es una operación concertada que obedece al régimen, para tratar de volver a presentar a López Obrador como un político intolerante, no apto para ejercer la presidencia, por parte de aquellos que ante un posible triunfo de López Obrador, ven peligrar sus privilegios."

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Sobre la polémica en sí, creo que a nadie debiera espantar, en una genuina democracia, ni la crítica de Herzog Márquez, ni la respuesta de López Obrador.

Por Rubén Luengas

Descritos como «esas ventanas abiertas al inmenso mundo que queda más allá de nuestra experiencia directa», los medios de información determinan los «mapas cognitivos» que nos hacemos de él.

Durante mi experiencia de varios años en diferentes medios de México y Estados Unidos, he podido ser testigo de que el discurso mediático está comprometido con el control selectivo de la información. Uno de tantos episodios en esa dirección, fue presenciar en primera fila la descarada manipulación mediática para manufacturar consensos, dentro y fuera de Estados Unidos, sobre «el peligro» de las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak, usadas como argumento para llevar a cabo aquella desastrosa invasión a la geografía de la antigua Mesopotamia, con pavorosas consecuencias humanas.

Entre lo «destacado» que se publica esta semana en México sobre las elecciones de 2018, encontramos textos como el de Carlos Loret de Mola en el diario El Universal, orientados a señalar que Andrés Manuel López Obrador, precandidato a la presidencia de México que ha venido encabezando diferentes encuestas, es en realidad un hombre «enojado, que no suma, sino resta, que odia, intolerante, autoritario, que no ríe, que teniendo todo para ganar, hace todo para perder». Para Loret de Mola, ha regresado el «viejo» López Obrador.

Resulta que el analista político, Jesús Silva Herzog Márquez, criticó lo que a su entender es un «oportunismo político» del tabasqueño, el hecho de incorporar a su movimiento a personajes que antes estuvieron abiertamente contra él desde las trincheras de a quienes López Obrador ha calificado como integrantes de «la mafia del poder».

Sobre la estrategia de López Obrador de anunciar la integración de lo que podría ser su gobierno en caso de ser electo, comenta Silva Herzog que se ha desplazado del sectarismo “al punto contrario: el oportunismo. Su coalición no es ya ni sombra de su base política. Morena ha sido traicionado antes de ganar el poder. El caudillo lo ha entregado al cálculo de sus ambiciones.” En sus filas admite foxistas, calderonistas, zedillistas y hasta salinistas.

 
López Obrador contesto en su cuenta de Twitter:

La principal noticia en el portal de Yahoo en México era este miércoles, una con el siguiente encabezado: «Andrés Manuel López Obrador vuelve a perder la cabeza justo cuando iba ganando». ¿Cuando iba ganando? ¿ya no va ganando acaso en las encuestas? La utilización de ese «iba» no es inocente ni carente de propósito.

Sobre la polémica en sí, creo que a nadie debiera espantar, en una genuina democracia, ni la crítica de Herzog Márquez, ni la respuesta de López Obrador. Me parece muy legítimo el cuestionamiento del analista político, una vez que muchos de los propios seguidores de López Obrador cuestionan la estrategia de puertas abiertas de su movimiento para buscar ganar las elecciones del próximo primero de Julio. Pero me parece también irrefutable la existencia de una escoria ladrona, una mafia del poder, que tiene secuestrado a México para que el país cumpla el papel que le ha sido designado en el contexto del neoliberalismo depredador globalizado, en el que la colonización de las conciencias y los espíritus de los mexicanos juega un papel fundamental, siendo justo ahí donde los medios hegemónicos, casi todos en México, reducen al mínimo o anulan por completo ideas alternativas u opositoras, negando así el principio de pluralidad indispensable para la práctica de una vida democrática, con virtudes y defectos, con aciertos y errores.

Mientras que con López Obrador, los medios hegemónicos y sus figuras que encajan en la trama de sus intereses ideológicos y económicos, esperan ansiosos cualquier error o resbalón del tabasqueño para satanizarlo, se muestran vergonzantemente sumisos ante los intereses de los grupos que los poseen y a los que representan, de tal suerte que me parece evidente en México, en Estados Unidos y en gran parte del mundo, un conflicto cada vez más profundo entre sociedad y medios de comunicación.

Me parece esencial que Morena y su indiscutible líder, puedan ser sometidos al ejercicio de la imprescindible crítica, para «desdoblar, distinguir, separar y hacer nuestra realidad más inteligible», pero no sin dejar de hacer lo propio con quienes han demostrado ya en los hechos, desde las cumbres del poder, haber colocado al borde del abismo a los habitantes de un país que padece los efectos cotidianos de un peligro ya verificado y consumado en los hechos.

Entre los principios de la propaganda aplicada por Goebbels al servicio del nazismo, figura aquella de la exageración y la desfiguración que busca convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza o peligro grave. Juzgue cada quien la credibilidad que en el periodismo mexicano pueda tener o no el analista Jesús Silva Herzog, una vez que la credibilidad es el principal atributo de la información. Creo en lo personal que la crítica de Silva Herzog debe ser atendida y debatida, pero júzguese igualmente con rigor, el oportunismo de sicarios de la información que responden a intereses personales y corporativos empeñados, antes que cualquier otra cosa, en el aumento de su rentabilidad y en la defensa de la estructura de poder político que para ese objetivo mejor les favorezca.

Ante la percepción de un posible triunfo de López Obrador, derivada de las encuestas, del evidente desplome del candidato del PRI, de las acusaciones de supuesta corrupción contra el candidato del PAN en coalición con el PRD, y de posturas y declaraciones de actores que en el pasado actuaron vehementemente contra López Obrador, como el propagandista español que hace 12 años elaboró la campaña sucia de que Obrador era «un peligro para México», y que ahora dice que «ya no lo es», vaticinando que ganará las elecciones, pareciera que lo que hay es una operación concertada que obedece al régimen, para tratar de volver a presentar a López Obrador como un político intolerante, no apto para ejercer la presidencia, por parte de aquellos que ante un posible triunfo de López Obrador, ven peligrar sus privilegios.

Tras la crítica, válida en sí misma de Jesús Silva Herzog Márquez, dentro de parámetros democráticos, parece seguirle el antidemocrático nado sincronizado y orquestado de los beneficiados del poder, de los oportunistas que buscan una vez más en el contexto de los procesos electorales de México, aplicar otro de los principios utilizado por Goebbels: el de «unanimidad», que consiste en tratar de convencer a mucha gente de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad o de consenso.

En su artículo sobre el tema, Loret de Mola dice: «Debo ofrecer una disculpa a los lectores: me apresuré a sacar conclusiones sobre ese ‘nuevo’ López Obrador».

Muchas disculpas debieran ser ofrecidas desde los medios de comunicación a la sociedad mexicana por el ocultamiento de información, de puntos de vista verdaderamente contrastantes. Por la subordinación de la información y las noticias de interés público general a las ambiciones lucrativas de corporaciones que gozan de una libertad de empresa por encima de la libertad de expresión y de las legítimas aspiraciones colectivas. Por la aplicación, no pocas veces, de la vieja receta goebbeliana de que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad»; lo que el escritor y filófofo francés, Jean Pierre Faye, definiera como el «principio de creación de aceptabilidad». Justo aquello que ocurrió en los medios de comunicación de casi todo el mundo occidental, incluidos los de México, con la reiteración sobre las «armas de destrucción masiva» que terminaron por ser instaladas, como si fuera verdad, en el imaginario de las sociedades receptoras, a pesar de esfuerzos muy aislados, antes las cámaras de televisión en mi caso, tratando de que fueran escuchadas las voces de investigadores y analistas asegurando entonces que dichas armas no existían y que se trataba en realidad, no de un error de inteligencia, sino de la mentira cuidadosamente diseñada y fabricada para justificar la guerra.

Para que haya democracia, tiene que haber demócratas, y en ese sentido, el ejercicio libre de la crítica debiera ser herramienta indispensable, pero no utilizada bajo los criterios del «enemigo designado» por el poder, dentro de un discurso mediático, como he dicho al principio, comprometido con el control selectivo de la información.

Muchas disculpas debieran ser ofrecidas por la complicidad de intelectuales, políticos y periodistas que en elecciones anteriores se prostituyeron, guardando su espíritu crítico quién sabe dónde, sin haber denunciado o escudriñado siquiera en acciones fraudulentas que permitieron llevar al poder, bajo diferentes siglas y colores de identidades partidistas, a verdaderos pillos vendepatrias, corruptos consumados, cínicos, farsantes y simuladores que gozan de vergonzante impunidad, habiendo demostraron ser con creces un peligro consumado para la vapuleada sociedad mexicana, que entre otras cosas, ha perdido uno de los compromisos prioritarios de la acción de gobernar: el de la seguridad pública.

 

Rubén Luengas/Entre Noticias

 

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