“A través de una propaganda constante y astuta se puede hacer que la gente vea el paraíso como si fuera el infierno y viceversa, que considere la forma de vida más miserable como el propio cielo». (Adolf Hitler)
El libro arranca con un resumen de la conferencia realizada en septiembre de 1995 en el Hotel Fairmont de San Francisco, donde a puerta cerrada participaron 500 personas de la élite política, económica e intelectual mundial, presidentes de multinacionales y futuristas para analizar lo que sería nuestro futuro en el siglo XXI. Sus predicciones fueron aterradoras: «En el futuro, el 80 por ciento de la humanidad tendrá que vivir a expensas del 20 por ciento restante. No habrá puestos de trabajo para más».
Junto a esa previsión y al análisis de cómo hacer frente a la fuerza laboral sobrante, se escuchó por primera vez el término: ‘Tittytainment’ (Entetanimiento), creado por el politólogo Zbigniew Brzezinski, ex consejero de seguridad de la administración Carter y de asuntos geoestratégicos durante décadas. El mismo Brzezinski quien dijo alguna vez que «Estados Unidos no quería un Japón al sur de su frontera».
Según los reunidos en San Francisco (Mijaíl Gorbachov, George H. W. Bush, Margaret Thatcher, Vaclav Havel, Bill Gates, Ted Turner, etc.), 80% de la población se convertiría en una molestia inútil cuyas reacciones y protestas deberán ser controlada de alguna forma, siendo justo aquí donde entra en juego el entetanimiento como forma de propaganda, censura, desinformación y método de control.
El llamado «Gran Reseteo Mundial»
En el contexto de la «pandemia» actual que nos gobierna, en el que «nada volverá a ser como antes» y el mundo ingresa a la llamada «nueva normalidad», pareciera cobrar forma lo planteado en San Francisco por aquellos representantes de la élite mundial sobre la sociedad 20-80. El Foro Económico Mundial, el de las famosas reuniones en la estación de esquí suiza de Davos, en colaboración con el príncipe Carlos de Inglaterra y el Fondo Monetario Internacional, nos ha venido anunciando el lanzamiento del Great Reset (Gran Reseteo), iniciativa que intentará “reconstruir” el sistema económico y social global tras el COVID-19, para hacerlo más “sostenible”.
Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, argumenta que las consecuencias económicas a largo plazo de la pandemia agudizarán la crisis climática y social que ya estaba en curso y esto hará más urgente un «gran reinicio» de nuestros sistemas económicos y sociales. Según Schwab, «debemos construir unos cimientos completamente nuevos para nuestros sistemas económicos y sociales» si queremos crear un mundo más saludable, más equitativo, sostenible y próspero. Klaus Schwab cree que es posible principalmente por los «cambios que ya hemos visto en respuesta al covid-19», que nos han obligado a abandonar rápida y radicalmente algunos hábitos en nuestros estilos de vida considerados esenciales antes de la pandemia”. Este “gran reinicio” se apoyaría en tres pilares:
-Asegurar que las inversiones persigan objetivos compartidos, como la igualdad y la sostenibilidad.
-Aprovechar las innovaciones de la «Cuarta Revolución Industrial» para apoyar los servicios públicos, especialmente abordando los desafíos sociales y de salud que se han planteado.
Ciertamente, es muy difícil describir el año 2020 como algo distinto a un «annus horribilis», pero por loco que parezca, coincidimos con James Corbett , sí hay algo que agradecerle a este año: «Al menos los eugenistas psicópatas sedientos de poder han declarado abiertamente sus intenciones».
James Corbett, calificándolo de «tecnofascista», cita textualmente estas palabras de Klaus Schwab:
«Al final, a lo que la cuarta revolución industrial dará lugar es a una fusión de nuestra identidad física, digital y biológica».
Según Corbett, lo que Klaus Schwab, quien ha asegurado públicamente que una de las personas que más ha influido en su vida es «su maestro» Henri Kissinger, lo que abiertamente nos está anunciando es que el «Gran Reseteo» va encaminado hacia un futuro de pesadilla transhumanista que no nos necesita: «Nuestras tecnologías más poderosas del siglo XXI (robótica, ingeniería genética y nanotecnología) amenazan con convertir a los humanos en una especie en peligro de extinción».
Para James Corbett, nada de lo ocurrido este 2020 debiera sorprender a quienes han seguido su trabajo, una vez que ha venido exponiendo desde hace años los planes de los eugenistas para implementar la ley marcial, la red internacional de control de identificación, la transición hacia una sociedad sin dinero en efectivo, y la eliminación selectiva de la población.
¿Eliminación selectiva de la población?
En su libro: War Against the Weak (Guerra contra los débiles), el escritor e investigador social Edwin Black, describe de manera bien documentada, que en las primeras seis décadas del siglo XX, a cientos de miles de norteamericanos etiquetados como débiles mentales (feeble minded) porque no se ajustaban a los patrones teutónicos, les estuvo vedada la reproducción. Seleccionados en prisiones, manicomios y orfanatos por sus antepasados, su origen nacional, su etnia, su raza o su religión fueron esterilizados sin su consentimiento, impedidos de procrear, de casarse o separados de sus parejas por medios burocráticos gubernamentales.
Esta perniciosa guerra de guante blanco fue llevada a cabo por organizaciones filantrópicas, prestigiosos profesores, universidades de elite, ricos empresarios y altos funcionarios de gobierno, formando un movimiento pseudocientífico llamado eugenesia (eugenics) cuyo propósito, más allá del racismo, era crear una raza nórdica superior que se impusiera a nivel global.
El movimiento eugenésico paulatinamente construyó una infraestructura jurídica y burocrática nacional para limpiar a Estados Unidos de los «no aptos». Pruebas de inteligencia coloquialmente conocidas como «mediciones de IQ» se inventaron para justificar la exclusión de los «débiles mentales» que frecuentemente no eran más que personas tímidas o que hablaban otra lengua, o que tenían un color de la piel diferente. Se decretaron leyes de esterilización forzosa en unos 27 estados del país para impedir que las personas detectadas pudieran reproducirse. Proliferaron las prohibiciones de matrimonio para impedir las mezclas de razas. A la Corte Suprema de Estados Unidos llegaron numerosos litigios cuyo verdadero propósito era consagrar a la eugenesia y sus tácticas en el derecho cotidiano.
El plan era esterilizar de inmediato a 14 millones de personas en Estados Unidos y varios millones más en otras partes del mundo para, posteriormente, continuar erradicando al resto de los «débiles» a fin de dejar solo a los nórdicos de pura raza en el planeta.
Eventualmente, la eugenesia, cuyos objetivos eran globales fue esparcida por evangelistas norteamericanos a Europa, Asía y América Latina hasta llegar a formarse una bien entretejida red de movimientos con prácticas similares que, mediante conferencias, publicaciones y otros medios, mantenía a sus propugnadores al acecho de oportunidades de expansión de sus ideas y propósitos. Fue así que llegó a Alemania, donde fascinó a Adolfo Hitler y al movimiento nazi. El Nacional Socialismo alemán transformó la búsqueda estadounidense de una «raza nórdica superior» en lo que fue la lucha de Hitler por una «raza aria dominante». La eugenesia nazi rápidamente desplazó a la norteamericana por su fiereza y velocidad, así como por la racionalidad científica aplicada por los médicos asesinos de Auschwitz, ensayada antes en los laboratorios eugenésicos de Cold Spring Harbor de Long Island en Nueva York, y con el apoyo financiero de las fundaciones Rockefeller, Carnegie y Harriman en cuyos laboratorios comenzaron los experimentos eugenésicos que culminaron en Auschwitz.
En el lanzamiento de la organización, Huxley hizo un llamamiento a un «humanismo mundial científico, de alcance global» (pág. 8) y pidió que se manipulara la evolución humana con un fin «deseable». Refiriéndose al materialismo dialéctico como «el primer intento radical de una filosofía evolutiva» (pág. 11), el director de la UNESCO lamenta que el enfoque marxista para cambiar la sociedad estuviera destinado a fracasar debido a su falta de un «componente biológico» indispensable.
Con estas ideas, Julian Huxley estaba en una compañía respetable. Desde finales del siglo XIX, el llamado a la mejora genética de la raza humana a través de la eugenesia ha ganado muchos seguidores prominentes. John Maynard Keynes, por ejemplo, sostuvo que la promoción de la eugenesia y el control de la población era una de las cuestiones sociales más importantes y un área crucial de investigación.
Keynes no estaba solo. La lista de defensores de la crianza de la raza humana para su propia mejora es bastante grande e impresionante. Entre estos «reformistas antiliberales» se encuentran, entre muchos otros nombres conocidos, los escritores H.G. Wells y G.B. Shaw, el presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill, así como el economista Irving Fisher y los pioneros de la planificación familiar Margaret Sanger y Bill Gates Sr., el padre de Bill Gates, cofundador de Microsoft y jefe de la Fundación Bill y Melinda Gates.
En su discurso en la fundación de la UNESCO, Julian Huxley fue muy específico sobre los objetivos y métodos de esta institución. Para lograr el deseado «progreso evolutivo» de la humanidad, el primer paso debe ser subrayar «la necesidad última de la unidad política mundial y familiarizar a todos los pueblos con las implicaciones de la transferencia de la plena soberanía de naciones separadas a una organización mundial».
Huxley deja claro que la diversidad humana no es para todos. La variedad para «débiles, tontos y deficientes morales… no puede sino ser mala», y debido a que un «porcentaje considerable de la población no es capaz de beneficiarse de la educación superior» y también un «porcentaje considerable de hombres jóvenes» sufren de «debilidad física o inestabilidad mental» y «estos motivos son a menudo de origen genético» (pág. 20), estos grupos deben ser excluidos de los esfuerzos de avance del progreso humano.
Se traslada a Singapur la reunión anual del Foro Económico Mundial
El Foro Económico Mundial de Davos 2021 se celebrará físicamente en Singapur del 13 al 16 de mayo, en lugar de en Suiza en enero como de costumbre, debido a la pandemia de nuevo coronavirus, anunciaron en los primeros días de diciembre sus organizadores e impulsores del llamado «Gran Reinicio».
“El cambio de localización refleja la prioridad del Foro de salvaguardar la salud y la seguridad de los participantes y la comunidad anfitriona. Tras un minucioso examen, y a la luz de la situación actual de casos de COVID-19, se decidió que Singapur era el mejor lugar para celebrar esta reunión”, dijo el Foro en un comunicado. Será la segunda ocasión de su historia en que la reunión se realice fuera de Suiza. En el 2002, el foro tuvo lugar en Nueva York, como una muestra de solidaridad ante los atentados del 11 de setiembre.
¿Se volvió izquierdista el señor Klaus Schwab?
Dicho concepto de un «nuevo contrato» fue referido hace poco por uno de los más grandes articuladores del capitalismo global y de las relaciones políticas mundiales como las conocemos: Henry Kissinger, quien expuso en un artículo cómo el ordenamiento hegemónico tradicional debía sostenerse mediante la formulación de un «nuevo contrato», al que literalmente denominó en un artículo como «Nuevo Orden».
Parece que Kissinger, lejos de estar en cualquier desfase por su avanzada edad, sigue modulando y pensando la continuidad del modelo económico centrípeto que colocó al mundo actual en sus inercias y asimetrías. Las viejas potencias tradicionales se resisten a dejar de serlo y por ello han decretado el fin de la globalización como la conocemos para ir a un “nuevo” esquema de sostenibilidad de las viejas relaciones de capital.
Una completa treta ideológica para encubrir el más claro pragmatismo geopolítico. Franco Vielma
Estaremos atentos de lo que decidan en mayo dentro del Foro Económico Mundial aquellos personajes por los que nadie votó, nadie los conoce, pero que afectan la vida de todos.
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