A la 1:49 hora local del lunes, las fuerzas israelíes iniciaron una serie de ataques contra Rafah, alegando que estaban llevando a cabo un «bombardeo» para permitir la recuperación de dos rehenes. Cerca de catorce edificios fueron bombardeados, así como tres mezquitas. Según un informe provisional del Ministerio de Sanidad de Gaza, 67 palestinos perdieron la vida en los bombardeos, pero los testimonios en vídeo publicados en las redes sociales han hecho temer un número de muertos mucho mayor, y se ha difundido la cifra de al menos 100. Durante la jornada del lunes, el ejército israelí también atacó vehículos civiles y a agentes de la policía local, mientras que también se detuvo a palestinos, que fueron trasladados al hospital de Kuwait.
Esta primera operación mortal presagia los macabros días y semanas que se avecinan en Rafah, que acoge a casi 1,3 millones de refugiados, entre ellos 600.000 niños, que se han visto obligados a exiliarse por la ofensiva terrestre en el norte, y donde la densidad de población es máxima. Como declaró al diario frances Le Monde Jamal Al-Fadi, residente en el enclave, «hay unas 27.000 personas por kilómetro cuadrado, ¿se lo imagina? Cualquier combate militar, bombardeo o tiroteo puede matar a decenas de personas; una invasión terrestre, adopte la forma que adopte, puede matar a miles en estas condiciones».
Como la ciudad, que ocupa una superficie de 60 kilómetros cuadrados, parece ahora atrapada en el vicio de la maquinaria de guerra israelí, los residentes temen que las operaciones militares israelíes adopten el mismo protocolo que el llevado a cabo metódicamente en Gaza o Jan Yunes: ataques masivos para preparar el despliegue terrestre; una vez que el asedio sea total y la evacuación imposible, redadas y detenciones barrio por barrio, ejecuciones extrajudiciales y castigos colectivos, y deportación a cárceles israelíes o muerte. Una vez vaciada la ciudad de su población, las operaciones suelen terminar con la destrucción metódica de edificios hasta arrasarlo todo.
Esta vez, fue la liberación de dos rehenes lo que sirvió de justificación para una operación muy mortífera. Habían sido capturados el 7 de octubre en el kibutz de Nir Yitzhak, en las afueras del enclave. Los dos hombres, de 60 y 70 años, eran de nacionalidad argentina y fueron trasladados a Tel Aviv. Según un comunicado de prensa del Shin Bet, se encuentran en buen estado físico. En una declaración publicada en X, el presidente argentino de extrema derecha, Javier Milei, dio las gracias a las fuerzas de Tsahal y celebró la liberación de los dos rehenes.
La operación del ejército israelí cumplió varios objetivos: dio legitimidad política a una serie de ataques injustificados contra la población de Gaza, al tiempo que tranquilizó al movimiento por la liberación de los rehenes. También forma parte del acercamiento diplomático entre Benjamin Netanyahu y Javier Milei, que aprovechó su viaje a Israel para anunciar el traslado de la embajada argentina a Jerusalén, en los territorios ocupados.
En el pozo del horror, siempre se puede caer un poco más bajo, siempre hay espacio para un extra de crueldad homicida. Bien lo sabe Netanyahu y su gobierno, el más ultrasionista de la historia de Israel.
Al mismo tiempo, es evidente que la prioridad de Netanyahu sigue siendo mantener la agenda estratégica de la «tercera fase» de la guerra en Gaza: tomar el control del corredor de Filadelfia, bajo soberanía egipcia, y de la puerta de Rafah para completar la limpieza étnica de la Franja de Gaza. Una operación que amenaza con exacerbar la inestabilidad del equilibrio regional.
En un momento en que Israel mantiene un tira y afloja con Egipto por el control del corredor de Filadelfia, una estrecha franja de tierra de 100 metros de ancho y 14 kilómetros de largo contigua a la frontera israelo-egipcia, la ofensiva sobre Rafah impone un ultimátum al presidente egipcio Al-Sissi. Amenazando la vida de más de un millón de refugiados, la campaña de Rafah es un engranaje esencial de la diplomacia de la carnicería de Netanyahu: presionar a Egipto desatando la muerte en sus fronteras para obligarle a acoger a los habitantes del enclave de Gaza.
Mientras Egipto ha aumentado el tamaño de sus fuerzas estacionadas en la frontera, el gobierno israelí opta por la Nakba: expulsar del Sinaí a más palestinos de los que las guerras coloniales de 1948 y 1967 juntas habían conseguido exiliar. El gobierno israelí persigue un único objetivo: obligar a los palestinos a abandonar lo que queda de su tierra o aniquilarlos en su propio suelo.
Por otro lado, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, subrayó este lunes su “preocupación” por el bombardeo israelí en la ciudad de Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, y alertó de que “quienes infrinjan la ley tendrán que rendir cuentas”, como parte de la investigación que está “llevando a cabo con máxima urgencia”.
“Estoy profundamente preocupado por el bombardeo y la posible incursión terrestre de las fuerzas israelíes en Rafah. Mi Oficina tiene una investigación en curso sobre la situación en el Estado de Palestina. Esto se está llevando a cabo con la máxima urgencia, con miras a llevar ante la justicia a los responsables de los crímenes bajo el Estatuto de Roma”, añadió Khan.
El fiscal tiene abierta desde 2021 una investigación de los presuntos crímenes cometidos desde 2014 en los territorios palestinos ocupados, desde Gaza a Cisjordania, incluida Jerusalén Este, y que incluye la actual masacre. Esto da cuenta del limitado poder con que cuenta la CDI, que es parte de un mecanismo de la ONU para legitimar las acciones del imperialismo y sus amigos.
La magnitud de la matanza es tan catastrófica, que hasta dos de los mayores apoyos internacionales de Israel, la Casa Blanca y el gobierno alemán, están advirtiendo -de manera farisea- al ejecutivo de Netanyahu que «no siga adelante con la ofensiva en Rafah. La verdad digital
Entre Noticias/La Izquierda Diario/La Verdad Digital