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Los famosos Abbey Road Studios fueron sede creativa de los músicos entre Junio de 1972 y Enero del año 1973, fue ahí donde Gilmour y sus colegas experimentaron con instrumentos más avanzados para la época; el sintetizador y los loops, sumado a la exquisita variedad de voces, ruidos y frases que se escuchan a lo largo de la considerada máxima obra de Pink Floyd.

Por Pablo Hernández Lodigiani

Se cumplen cuatro décadas del lanzamiento del que es considerado uno de los mejores discos de música popular de la historia: «El lado oscuro de la Luna» (Dark side of the Moon), de la banda británica Pink Floyd.

En Marzo de 1973, el 24 para Inglaterra y el 1º para los Estados Unidos, llegó el octavo disco del aclamado grupo inglés, Pink Floyd, éste titulado The Dark Side of the Moon. El conjunto estaba formado entonces por Roger Waters, Nick Mason, Richard Wright y el guitarrista David Gilmour.

La temática del disco se fundamentó en una idea conceptual basada en los sentimientos de ira, avaricia, soledad, envejecimiento y enfermedad mental, este último tema apoyado en la situación que vivía su principal compositor y letrista, además de miembro fundador, Syd Barrett, que había salido de la banda en 1968 y que falleció en 2006.

Los famosos Abbey Road Studios fueron sede creativa de los músicos entre Junio de 1972 y Enero del año 1973, fue ahí donde Gilmour y sus colegas experimentaron con instrumentos más avanzados para la época; el sintetizador y los loops, sumado a la exquisita variedad de voces, ruidos y frases que se escuchan a lo largo de la considerada máxima obra de Pink Floyd.

El éxito fue rotundo; al momento de llegar a los Estados Unidos, el trabajo del cuarteto se mantuvo por más de 803 semanas (más de 15 años) en la lista Billboard 200, que son los discos con más fama y ventas a lo largo de todos los Estados Unidos, convirtiéndose así en el único material de la historia que ha logrado esa longevidad en aquellos puestos.

Asimismo, también significó una especie de “maldición” para Pink Floyd, ya que por el resto de su discografía, siempre se le exigió un material innovador e experimental como lo fue The Dark Side of the Moon. A pesar de esto, la banda nunca falló en sus siguientes obras, dejando un legado amplio y variado, como los discos Wish you Were Here y The Wall, que el tiempo no podrá eliminar pronto.

La experiencia musical que ofrece la octava entrega de Roger Waters y Pink Floyd es uno que enriquece el oído e inspira a la creatividad y reflexión más allá de los 43 minutos que dura la obra, comenzando con esa introducción como un palpitar que se transforma en un grito desesperado, como una boca que quiere abrirse («Speak to me») para después descansar sobre los acordes flotantes de «Breathe», que termina como en una carrera, con unos ritmos electrónicos muy vanguardistas para la época, todo unido, parte del mismo trayecto conceptual, hasta llegar a las míticas «Time» y «Money».

En un mundo acostumbrado a las canciones sueltas, a los «grandes éxitos» de cada artista que se quedan pegado en una repetición ovular de versos y coros melosos, este disco de Pink Floyd nos sumerge nuevamente en las obras largas, aquéllas que se toman el tiempo de desarrollarse, de florecer, de innovar, como una verdadera ópera de rock contemporáneo.

Aquí les dejamos el disco completo:

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