Bachelet es reelegida presidenta de Chile

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Chilean President Michelle Bachelet wave

Chile fue uno de los últimos países del mundo en tener una Ley de Divorcio. La interrupción del embarazo está penada con 20 años de cárcel. Las más importantes universidades y canales de TV pertenecen a la Iglesia Católica.

Con una contundente victoria sobre su rival Evelyn Matthei, la ex mandataria y ex directora de ONU Mujeres volverá al palacio de La Moneda en un clima de creciente fervor social por reformas políticas.

Nadie dudaba de su eventual triunfo. Desde que dejó su puesto como directora de ONU Mujeres, tomó el vuelo Nueva York – Santiago y reveló su intención de ser candidata presidencial, que todas las fichas estaban puestas en su nombre.

Este domingo 15 de diciembre, Michelle Bachelet venció en el segundo balotaje presidencial por un amplio margen de 62,1 % contra un 37,8 % de su rival del oficialismo (derecha), Evelyn Matthei.

Esta es la primera vez en la historia reciente de Chile que una coalición política vuelve al poder luego de perderlo. Después de la dura derrota en las presidenciales de 2009, la Concertación vuelve a sentarse en el palacio presidencial cuatro años después. La derecha de Sebastián Piñera no pudo argumentar sus buenas cifras macroeconómicas en una población con crecientes demandas por reformas políticas, que estaban mejor expresadas en el programa de la ex mandataria.

Los desafíos de Bachelet

Sin embargo, la popularidad de Michelle Bachelet no se condice con la de los partidos políticos que la apoyan. La aprobación de la Concertación rodea el 30 por ciento en la mayoría de encuestas, dando cuenta de una amplia desconfianza del electorado frente a la elite política del país.

Gran parte de esta desconfianza se sienta sobre la inmovilidad de un sistema político y económico que ha cimentado la desigualdad social y escasos avances en materia de derechos civiles.

Las explicaciones son varias, pero una sola: tanto la Concertación como la Derecha se dedicaron a administrar el modelo político-económico heredado de la dictadura de Augusto Pinochet. Se trata de un modelo con una dicotomía casi contradictoria, que abraza el neoliberalismo en lo económico (basada en la Escuela de Chicago) y el conservadurismo en lo político-social.

Chile fue uno de los últimos países del mundo en tener una Ley de Divorcio. La interrupción del embarazo está penada con 20 años de cárcel. Las más importantes universidades y canales de TV pertenecen a la Iglesia Católica. Chile muestra uno de los mejores índices macroeconómicos de Latinoamérica, pero es uno de los países más desiguales del mundo, donde solamente 4 (¡cuatro!) familias concentran 20 por ciento del Producto Interno Bruto, donde el 6 de cada 10 chilenos vive con sueldos peores al de un país como Angola.

La piedra angular de este modelo es la Constitución de 1980, promulgada por Augusto Pinochet en pleno estado de sitio. En general, las dictaduras son derrocadas con insurgencias populares, pero en el caso chileno la vuelta a la democracia fue un proceso pactado y pacífico entre la dictadura y los dirigentes opositores. El sistema electoral binominal que esta constitución trae consigo favorece el aglomeramiento de los puestos de poder únicamente en dos bandos políticos, o sea, ha favorecido durante mucho tiempo a la Concertación y la Derecha, lo que explica el letargo en querer modificar estos aspectos.

En 2005, el ex presidente Ricardo Lagos promulgó una serie de reformas a la Carta Magna y declaró que gracias a ello Chile no necesitará otra constitución «en 30 años”. Su equivocación fue rotunda, y ello está demostrado en el programa de gobierno de Michelle Bachelet, que explicita un cambio a la Constitución.

La presidenta electa aún no diseña el método para lograr ese anhelado cambio. La izquierda y una parte importante de la Concertación se inclina por una Asamblea Constituyente, pero todo indica que Bachelet tratará de buscar un consenso con el Parlamento, para lo que necesita algunos votos de la derecha, debido a los altos quórums parlamentarios que se requieren en este tipo de iniciativas.

Allí Bachelet tendrá que enfrentar un gran problema, administrando las crecientes demandas ciudadanas, tanto en temas constitucionales, como educativos, tributarios, laborales, con el lento accionar parlamentario. Ello, sumido a una pronosticada desaceleración del crecimiento económico, hace que la presidenta electa tenga una difícil situación a cuestas.

Hugo Espinoza Caut / Redacción “Entre Noticias”

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