Shapiro recibió todos los honores militares posibles en el Ejército Rojo y después del desplome de la Unión Soviética, fue declarado héroe de Ucrania por el presidente Víctor Yushchenko en 2006.
Estas palabras pertenecen a Anatoly Shapiro, el primer oficial del ejército soviético que entró en el brutal campo de concentración de Auschwitz-Birkenau después de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial.
El 27 de enero de 1945, durante la etapa final del conflicto, las fuerzas soviéticas lograron ingresar al campo de Auschwitz, actual Polonia.
Se estima que en Auschwitz-Birkenau desde mayo de 1940 hasta enero de 1945 fueron exterminadas 1.1 millón de personas, la mayoría de ellas judíos polacos.
El hombre que abrió las puertas de aquel infierno y lo liberó del dominio nazi fue Shapiro, un comandante de batallón de 32 años, quien puso en libertad a los 500 prisioneros que estaban allí.
En una entrevista con el diario New York Daily News, pocos meses antes de morir en 2005, el oficial ucraniano describió el horror de lo que vio hace 74 años.
«No teníamos la menor idea de la existencia de ese campo. Mi comandante no nos había dicho nada sobre este asunto», contó Shapiro.
«Entramos en la mañana del 27 de enero de 1945. Vimos algunas personas vestidas con harapos. No parecían seres humanos, lucían terrible, eran puro hueso», añadió.
Shapiro, como comandante del batallón, les dijo a los sobrevivientes que eran el ejército soviético y que quedaban libres del dominio alemán.
«Pero ellos no reaccionaron, no podían ni mover la cabeza o decir una palabra».
Recordó de aquella impresión sobre las personas, además de su aspecto esquelético, que no tenían zapatos y sus pies estaban envueltos en ropa vieja: era enero y la nieve rodeaba el lugar.
«No sé cómo sobrevivieron a eso», señaló.
Pero Shapiro no solo conversó con el diario estadounidense. En aquel entonces, el militar también dio una entrevista a la radio nacional israelí, donde entregó más detalles sobre lo que él y sus hombres hallaron en Auschwitz.
«Cuando nos aproximamos a las barracas que se suponían eran para mujeres, nos encontramos con una imagen terrible», narró.
«Mujeres que yacían sin vida sobre el suelo, desnudas, porque la ropa se la habían robado las personas que sobrevivieron. Había mucha sangre y excrementos humanos alrededor», añadió.
Todo aquel panorama dantesco estaba impregnado por un olor imposible. Los soldados de Shapiro comenzaron a rogarle que abandonara la misión.
«Pero no podíamos hacerlo. Nos habían dado la orden de estar allí», relató.
En su testimonio al New York Daily News, en las barracas donde estaban los niños, el horror continuaba.
«En el último cuartel solo habían dos menores que habían logrado sobrevivir y cuando nos vieron comenzaron a gritar: ‘¡No somos judíos!, ¡no somos judíos!’. Estaban asustados porque pensaron que los íbamos a llevar a la cámara de gas», dijo.
Pero el empeño de ayudar a los prisioneros no siempre fue exitoso, como se lo confesó Shapiro a la radio israelí.
«Apenas llegamos, montamos algunas cocinas de campaña y preparamos algunos alimentos ligeros. Pero algunos de ellos murieron al probar la comida, porque sus estómagos no funcionaban normalmente», explicó.
«Estábamos furiosos. Los soldados querían matar a todos los alemanes, pero me tocó explicar que muchos de ellos no eran fascistas ni responsables de los crímenes que habían cometido los nazis», añadió.
Pero más allá del lamentable estado del campo de concentración, los rusos no pudieron encontrar ninguna evidencia física relacionada con los experimentos médicos, ni siquiera a los pacientes que trataban en los hospitales.
«El 18 de enero de ese año los alemanes que dirigían el campo reunieron a toda las personas que pudieron. Nuestro servicio de inteligencia estimó que eran al menos 10.000 y que los nazis los obligaron a marchar, hambrientos y desnudos, hacia otros campos ubicados en el oeste. Ninguno de ellos logró sobrevivir. Todos murieron en el camino», señaló.
Shapiro recordó que al inspeccionar las instalaciones de Auschwitz se encontró con hornos y máquinas de exterminio, mientras las cenizas de los cuerpos eran sacudidas por el viento.
«Si tengo algún mensaje para la siguiente generación sería muy simple: no permitir ni por un segundo que lo que ocurrió durante estos años se repita de nuevo».
La mayoría de las personas que perecieron en este campo de concentración fueron debido a las cámara de gas, o por el hambre, distintas enfermedades o el agotamiento.
Shapiro recibió todos los honores militares posibles en el Ejército Rojo y después del desplome de la Unión Soviética, fue declarado héroe de Ucrania por el presidente Víctor Yushchenko en 2006.
En 1992 emigró a a Nueva York, donde murió en 2005. Fue enterrado en el cementerio judío de Beth Moses en Long Island.
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