Identidad nacional y la humillante derrota de Brasil – por Rubén Luengas

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Desde la participación de los brasileños en la Copa del Mundo de 1938, el fútbol se fue articulando con la sociedad brasileña al grado de convertir esa competencia deportiva en herramienta de fortalecimiento en la construcción de su identidad nacional.

Por Rubén Luengas

El fútbol en Brasil es mucho más que un juego. Quizá ninguna otra nación en el mundo se define así misma a través del fútbol como lo ha hecho Brasil.

Este deporte en el que Brasil sufrió contra Alemania la peor y más humillante derrota (1-7) de su historia, es sin duda parte de la identidad nacional brasileña y uno de los símbolos más importantes de lo que significa ser brasileño.

Desde la participación de los brasileños en la Copa del Mundo de 1938, el fútbol se fue articulando con la sociedad brasileña al grado de convertir esa competencia deportiva en herramienta de fortalecimiento en la construcción de su identidad, cuando según varios intelectuales brasileños: «los regionalismos eran muy predominantes y la República no había sido capaz de forjar hasta entonces una verdadera nación».

La participación de Brasil en aquel Mundial de 1938 en Francia fue muy bien aprovechado por el poder político para movilizar y exaltar un «patriotismo invisible» en esa época. La prensa brasileña se encargó de fomentar un entusiasmo sin precedente ante los triunfos de su selección que llegaría a semifinales perdiendo 2 goles contra 1 ante Italia que obtendría su segundo campeonato tras ganarle a Hungría en la final; pero siendo Brasil la verdadera sensación del torneo y su jugador, Leónidas, el máximo goleador y nombrado el mejor jugador del mundial.

Fue en ese mundial cuando empezó la internacionalización de un estilo nacional de jugar al fútbol que logró aglutinar en torno su equipo las aspiraciones nacionales de una incipiente «brasileñidad» que el presidente del país, Getulio Vargas, utilizó y estimuló al mismo tiempo para inyectarle a los habitantes de esa inmensa geografía aún desarticulada, sus ideas de nacionalismo.

Desafiando todo ese pasado de un deporte convertido en una forma de cultura y en una especie de «religiosidad popular», se registraron en Brasil enérgicas protestas contra la realización de un Campeonato Mundial en un país que sigue arrastrando una larga historia de desigualdades sociales. Dicha «religiosidad popular» por el fútbol, cedió espacios a protestas que exigieron no presentar a ese deporte y a su selección como la exaltación de renovada esperanza de futuro y en lugar de invertir en la infraestructura futbolística, hacerlo en las personas; en su educación, salud, transporte, seguridad y bienestar.

Muchos piensan que en Brasil las protestas callejeras fueron el resultado de una «agitación política premeditada» por la lucha del poder.

El domingo 5 de octubre habrá elecciones presidenciales, pero sin negar que puedan existir agitadores interesados, por ideología y ambición en echarle gasolina al fuego, sería irresponsable negar la existencia de causas legítimas del descontento ante la inversión deportiva que dejó de lado otras urgentes prioridades sociales.

Setenta y seis años después de aquel Mundial de Francia en 1938 en el que el fútbol ayudó a la construcción de la identidad común entre los brasileños, además de la fractura en una vértebra lumbar de su jugador más emblemático, Neymar, se observan otras fracturas en esa edificación entendida casi como sinónimo de fútbol de la identidad brasileña.

Si muchos brasileños entendieron antes del Mundial que el fútbol no puede ser el centro de sus esperanzas y aspiraciones nacionales, tras la escandalosa y humillante derrota de 7 a 1 contra Alemania y ante su público en Brasil, parece que muchos otros brasileños decepcionados se han visto forzados a entenderlo.

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5 Comentarios

  1. Muy buen artículo Rubén. Ojalá la derrota de Brasil sirva para que la gente, empezando por quienes están en el gobierno, se centren ahora en darle la importancia debida a los problemas sociales y económicos que agobian a ese país.

  2. buen punto de la derrota como forma de concientización, dura lección, si la aprenden, avanzarán y mucho, y si no, pues … nada.

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